De la primera cuentan que Jimena, una niña que ayudaba en el monasterio, tenía siempre en sus labios la palabra “quiero”. Quería que la luna le hablase al oído, quería saber dónde se escondía el sol al anochecer… Por eso la llamaban la Caprichosa. Un día se encontró en una zona del parque que nunca había visto y se quedó hechizada contemplándola, hasta que un torrente de agua la arrolló y cumplió así todos sus deseos.

El Baño de Diana hace referencia a la mitología , según la cual allí se bañaba convirtiendo la zona en un vergel. Se haya o no bañado en él una diosa, lo cierto es que te encontrarás con un oasis lleno de verdor y con una ensordecedora cascada de más de 30 metros de altura que te dejará sin aliento.

Dicen que lleva su nombre por una batalla entre ángeles y demonios que tuvo lugar aquí. En el último momento, con solo un diablo a batir, los ángeles vieron como alzaba una enorme roca para amenazarlos. Pero esa roca cayó sobre él, acabando con el peligro. Ahora esa peña es contemplada por los miles de visitantes al parque cada día.

Dejar de lado por un momento el atronador ruido de las cascadas y acercarse a este lago, es sentir que la paz se adueña de nosotros. Un mágico lugar lleno de quietud que refleja absolutamente todo lo que se acerca a él, dotándolo de un efecto mágico.

Un salto de agua de más de 90 metros de caída que rompe el silencio de las grutas y lagos, con leyenda y demonios incluidos.

Se dice que en la Edad Media unos diablos atacaron a los monjes hasta que la Virgen Piedra transformó en roca a los malignos y dejó que el agua les inundase para siempre. Más información.

Para alcanzarla tendrás que recorrer unos cuantos pasadizos, pero el paseo no puede merecer más la pena. Recibe su nombre por el modo en el que aparece el arco iris en ella dependiendo de la luz, pero aunque no lo veas sus aguas de un impresionante azul te hipnotizarán.