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Turismo de industrial en Aragón
En la década de los 40, España experimentó una creciente demanda de energía, siendo la electricidad la fuerza dominante. Esto provocó el surgimiento de diversas empresas dedicadas a abastecer esta emergente necesidad. En 1943, Eléctricas Reunidas de Zaragoza (ERZ) obtuvo la autorización para instalar una central térmica. Posteriormente, en un lapso de cinco años, lograron aprovechar las aguas del río Guadalope mediante la construcción de un embalse y un contraembalse en el río La Val, dando lugar a una imagen de serenidad con la persistente lámina de agua.
La construcción de la central, equipada con calderas Mecier La Mont y Balcock&Wilcox, se inició en 1949 y se puso en marcha en 1952. Al mismo tiempo, emergieron los barrios de Aliaga de La Aldehuela y Santa Bárbara, configurándose como pequeños universos autónomos. Estos barrios albergaban funciones cruciales de hábitat, religión, educación y ocio, reflejadas en hileras de viviendas unifamiliares y edificios en altura, iglesias, economatos y salones sociales.
Situados estratégicamente cerca de las minas que abastecían la central y en proximidad a la infraestructura, estos asentamientos fueron testigos de la evolución de tres minas iniciales. Sin embargo, a partir de 1958, la creciente demanda llevó a importar mineral desde otras zonas de la cuenca minera. Este cambio se manifestó en un paisaje transformado, con árboles de metal conectados por lianas de acero transportando vagonetas de lignito por el aire.
En 1982, la central cesó sus operaciones, marcando el comienzo de un proceso de despoblamiento en el municipio. En la década de los 50, la central y sus barrios asociados representaban la mayor y más poderosa instalación de España, ofreciendo condiciones de vida superiores en comparación con las áreas agrícolas circundantes.
Hoy en día, al visitar la zona, se pueden admirar no solo hitos arquitectónicos únicos, sino también sumergirse en la rica historia que se oculta tras ellos.
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