Desde la cima de la muela seguiremos con rumbo a Valdeciervos. Nos separan de nuestro próximo destino mil cuatrocientos metros. Ya en este punto el camino lo estaremos haciendo nosotros entre piedras y cortados, así que tenemos que tener mucho cuidado con nuestros pasos. Mientras, las vistas seguirán siendo impresionantes, tanto hacia abajo, hacia nuestro frente como hacia arriba. Veremos buitres y los restos de las posiciones militares de la guerra civil española. También el camino nos enseñará historia.

El sentido del sendero nos será evidente y en poco tiempo (o en mucho, si así lo queremos) esteremos en Valdeciervos. Paredes cortadas en ángulos de noventa grados, como si una mano gigante lo hubiese hecho, y los colores de la tierra que pueden ser tan vívidos como impresionantes, nos recrearán la vista y nos confortarán el espíritu. Valdeciervos amerita una parada de contemplación. Sentir el viento, recrearnos con el silencio y en lo imponente que es la naturaleza.

Al seguir nuestro camino comenzaremos a descender y volveremos a encontrar la rambla por la que iniciamos la ruta y ahora la haremos en el sentido descendiente. 3,5 kilómetros luego, habremos terminado el sendero. Nos toca volver a Villaespesa, luego de ver y sentir la belleza de lo agreste y silencioso. El camino ha sido hecho y nos devolveremos con ganas de hacer más caminos. ¡Teruel vaya que tiene sorpresas! ¿Te animas a hacerlo de nuevo?

A muy pocos kilómetros de la ciudad de Teruel, en Aragón, se encuentra un paisaje muy particular que pareciera más propio del lejano oeste americano, e, inclusive, del planeta Marte. Se trata de la rambla de Barrachina, una zona desértica de casi 65 hectáreas formada por la acción conjunta del agua y del viento desde tiempos inmemoriales. Su nombre se debe al de rambla, que es un cauce ancho que lleva temporalmente agua, generalmente de lluvia torrencial. Por tanto, la rambla de Barrachina debe su nombre al ancho lecho por el que fluyen las aguas pluviales cuando llueve con mucha intensidad en la zona.

Pero Barrachina es mucho más que la rambla. Son elevaciones del terreno, producidas por la erosión, que tienen su punto más alto en la Muela de Teruel, que se asemeja a la muela de un gigante; son sus colores, amarillos, ocres y anaranjados que dan tonos increíbles y cambiantes con el transitar del sol desde su levante hasta su poniente; es el florecimiento en primavera que nos recuerda que la vida está presente en todos lados; es el viento inclemente que en invierno congela hasta los tuétanos. En fin, es la belleza agreste y solitaria que nos hace pensar en las fuerzas creadoras del universo.

En Barrachina, los pasos crean el camino. Nada está creado y todo está por crear en nuestro sendero. La ruta que te propondremos la haremos nosotros, con cada paso que demos.