La cárcel de los capellanes era una prisión exclusiva para el clero y se trata de una mazmorra angustiosa.

La bodega es otra de las zonas imperdibles. Bajando unas escaleras desde la cárcel llegamos a los 3 toneles actuales que tratan de imitar a los que se encontraban allí en otra época.

Podemos observar los techos originales del castillo en las caballerizas y también descubrir las marcas de las anillas para atar a los caballos en sus paredes.

El recibidor nos traslada al pasado ya que era el lugar por el que entraban tanto los señores como cualquier visitante al castillo.

Antes de acceder a la primera planta o planta noble, encontramos la Sala Capitular, con su bancada de piedra y empleada como área de espera de las visitas.

Una vez en el piso superior vemos un distribuidor del siglo XVI desde donde se accedía a la cocina, las despensas y las estancias nobles.

La cocina tiene un trazado irregular que le permite soportar el peso de la cúpula que facilita la salida de humo del fogón central. Al fondo de un pasillo llegamos a las despensas. En una de las reconstrucciones fue en estas salas donde se encontró el muro primitivo de la reconquista.

No podemos olvidar el Salón de las Chimeneas, la habitación más grande del castillo, con sus chimeneas, sus ventanas embancadas y sus paredes cubiertas de pinturas, enclavadas desde el renacimiento hasta el neoclasicismo.

En la misma planta encontramos la sala de estar, conocido como Salón Sur que estuvo dividido en tres estancias en sus inicios.

En su época el arzobispo descansaba en La Sala Dorada que recibe su nombre porque se sabe que estuvo completamente tapizada en ese color. Actualmente se puede contemplar su impresionante techo artesonado.

La Sala de los Leones se comunicaba con una habitación mediante una puerta que ha dejado su rastro en los muros. En ella, el arzobispo recibía a las visitas y realizaba las reuniones.

Esta última estancia nos conducirá a la segunda planta donde recorreremos sus patios. Lo más curioso de ellos es que dejan al descubierto el modo en el que el castillo fue construido, alrededor de una roca natural que les sirvió como cantera.

Sobre una de las despensas que vimos en la primera planta, se encuentra la Olivanera. En el siglo XIV era el almacén de aceite pero mucho antes que eso tenía una actividad militar. Prueba de ello son las saeteras de sus ventanas y el antiguo cadalso.

Gracias a una maqueta situada aquí, podemos retroceder al pasado y ver esta estancia en sus orígenes.

Por último, una escalera metálica nos asciende hasta las almenas y las impresionantes vistas del valle de Matarraña.